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El hombre de Piltdown

El hombre de Piltdown

 

El caso de fraude científico más famoso de la historia, El Hombre de Piltdown. Este fraude duró 40 años sin identificarlo.

Se encontró un fósil en 1912 en Sussex, Gran Bretaña, que se identificó como el eslabón perdido de la especie humana. Se afirmó que tenía unos 500.000 años de antigüedad. Esto les proporcionaba a los investigadores ingleses un homínido propio y no uno cualquiera, la bóveda craneal era humana pero la mandíbula tenía aspectos simiescos.

Pero en 1953 unos investigadores del Museo Británico afirmaron que era falso, se dijo que la bóveda craneal era humana pero que no tenía más 50.000 años y que la mandíbula era de un orangután y había sido teñida para que encajasen los colores perfectamente. 
No se sabe quien cometió el fraude pero fue en una época en la que había muchos científicos importantes en esta rama de la ciencia
La historia de este engaño comenzó y se basó en unos restos óseos (en concreto un cráneo parcial, un diente suelto y una mandíbula con dientes) descubiertos en Inglaterra en 1912, en Piltdown, un pueblo de Sussex.

Un obrero los encontró en una cantera, y se los entregó al arqueólogo aficionado Charles Dawson, que los presentó, junto con el eminente paleontólogo Smith Woodward (del Museo Británico), en la Sociedad Geológica de Londres.

Durante años se mantuvo el debate sobre el origen de estos restos, y la prensa dijo que muy probablemente correspondieran al eslabón perdido, denominándolo Eoanthropus dawsonii. Estos restos fueron aceptados por la comunidad científica sin mayores análisis, debidos principalmente a que era perfecto e idéntico a la idea de aquella época sobre el eslabón perdido.

La idea de esa época era que el eslabón tenía que haber tenido un gran cerebro pero igualmente presentar rasgos simiescos, y posteriormente haber evolucionado a una apariencia humana; idea contraria a la existente ahora y que presentan los fósiles verdaderos.
No obstante, comenzaron a surgir cada vez más dudas sobre la antigüedad y el origen de esos restos. Finalmente, el dentista A.T. Marston, determinó que los dientes de ese esqueleto correspondían evidentemente a un orangután, el diente suelto a un mono y el cráneo a un ser humano (Homo sapiens): a partir de entonces, los análisis del contenido en flúor de los huesos demostraron que el enterramiento había sido intrusivo, así como que el color ferruginoso oscuro de los huesos se debía a un tratamiento químico, para uniformar las diferencias de color entre la mandíbula (más moderna) y el cráneo (más antiguo).

Nadie sabe quién cometió el fraude, y algunos lo atribuyen a los descubridores originales, señalando sobre todo a Dawson, motivado por el hecho de que en las islas británicas no había sido descubierto ningún fósil humano, mientras que en el resto de Europa y fundamentalmente en África sí. Sin embargo, el profesor Douglas dejó a su muerte una cinta magnética en la que señalaba que el autor de la falsificación fue el archifamoso profesor Sollas, que pretendía con ello desprestigiar a su rival Woodward.

A pesar del fraude, se ha erigido, por suscripción popular, en el lugar donde se descubrieron los huesos, un monumento honorífico a estos restos: el propio Woodward asistió a la inauguración.
Igualmente, existen teorías diversas que han atribuido la invención a algunos de los hombres más famosos de la época, incluyendo a Arthur Conan Doyle y a Teilhard de Chardin.
Por mucho tiempo se acusó a Dawson de ser el único culpable en el engaño, pero Gould asegura que su investigación muestra que Teilhard, que acababa de ser ordenado de sacerdote y que en ese entonces estaba estudiando paleontología, participó en la “conspiración de Piltdown.” Gould dice que algunos de los huesos que se encontraron en las fosas de Piltdown provenían de países en los cuales Teilhard había recogido especímenes en viajes anteriores. Además, en las cartas que Teilhard envió a uno de los científicos que descubrieron el engaño, Gould afirma que Teilhard mintió para ocultar su participación en la intriga.

El fraude con las células madres

Hwang Woo Suk y su fraude con las células madre

 

Uno de los fraudes científicos más famosos que conocemos, o por lo menos hemos oído todos hablar de él, es el fraude de las células madre:
En mayo del 2005 se publicó en la revista Science un experimento realizado por un científico Surcoreano llamado Hwang Woo Suk. Él y su equipo habían obtenido células madre de embriones a través de la clonación de células de pacientes.

Esto significó un gran avance científico, ya que si hubiese sido verdad, habría supuesto la cura de enfermedades hasta ahora incurables como el Parkinson y la Diabetes.

Pero más adelante se descubrió el fraude realizado por Hwang en la propia universidad de Hwang. La universidad anunció no haber encontrado evidencia, por lo tanto el trabajo de Hwang Woo Suk y el artículo publicado en Science se consideraron falsos. 
En diciembre de 2005 se comprobó que dos estudios en clonación mediante células madre, publicados en la revista Science, se basaron en datos falsificados, lo que levantó un gran escándalo en la comunidad científica y en la opinión pública mundial.
Hwang era profesor del Departamento de Theriogenología y Biotecnología de la Universidad Nacional de Seúl hasta que tuvo que dimitir en diciembre del 2005 por los escándalos generados.
Esto no solo dañó la reputación del científico Hwang que pidió disculpas y mostró lo avergonzado que estuvo consigo mismo, sino que también daña el prestigio de revistas científicas como Science, que se caracteriza por su magnífico método de selección de las noticias que le llegan y la buena revisión de los métodos utilizados en estas noticias.

La tribu que no fue

Los Tasadays

En julio de 1971 se anunció un descubrimiento sorprendente. “El mundo exterior, luego de mil años, tal vez ha descubierto a una pequeña tribu desconocida de gente viviendo en la jungla remota de Filipinas. Hasta ahora no se conocía su existencia, ni ellos sabían que el mundo exterior existía. Su forma de vida es la misma que en la época de piedra”.
Auténticos cavernícolas pero viviendo de ese modo hoy en día, como los neandertales hace 50 mil años.
La tribu fue apodada tasaday, y fueron vendidos como “nobles salvajes”, una tribu pacífica y armoniosa que coexistían con su medio ambiente. Vivían en cuevas y la tecnología más avanzada que tenían eran herramientas de piedra. La tribu era tan tierna y amante de la paz, que en su lenguaje no tenían palabras para enemigo o guerra.
Así se convirtieron en celebridades mundiales, hasta salieron en la tapa de National geographic en agosto de 1972. Se escribió un libro y todo: The Gentle Tasaday: A Stone Age People in the Philippine Rain Forest.

Se escribieron docenas de artículos en revistas y periódicos, se hicieron programas de TV. y documentales. Pero al parecer todo era un engaño.
Luego de algunos años el político filipino Manuel Elizalde construyó un muro alrededor de los tasaday para protegerlos del exterior. Guardias armados cuidaban ese muro. Sólo algunos elegidos podían visitar a la tribu perdida.
Pero algunos que se metieron sin permiso arrojaron dudas sobre los tasaday. Había reportes de que eran gente que vivía en las cercanías y se hacía pasar por cavernícolas, y que su lengua no era tan rara después de todo. Pero la verdad sobre este engaño fue revelada recién en 1986, cuando Ferdinand e Imelda Marcos fueron removidos del poder. Habían sido dictadores en Filipinas desde 1965.
Este gobernante tan sólo había dejado entrar a 11 antropólogos a estudiarlos, y nunca por más de algunas semanas. Pero para 1976 dejó de dar permisos.
Con las restricciones del gobierno fuera, y también sus pedidos de secreto, los reporteros pudieron visitar a los tasaday, y vieron que vivían en casas típicas, con remeras típicas, con jeans y todos admitían que todo el asunto había sido un engaño.
Hubo muchos engaños en la historia de la antropología, y jamás se comprende para qué, pero este fue motivado por el dinero.
Manuel Elizalde había convencido a los aldeanos de la zona para que se hiciesen pasar por cavernícolas, a cambio les daba dinero y ayudas. Pero la realidad es que los falsos tasaday ni siquiera recibieron eso. Elizalde, el arquitecto de todo el engaño, se fugó a mediados de los ochenta con 35 millones de dólares y un harem de jóvenes adolescentes. Murió a los 60 en 1997.

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