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Isaac Newton vs Robert Hooke

La guerra entre físicos que superó la pelea de cualquier diva actual: Isaac Newton vs Robert Hooke

 

Es poco probable que fuera el coscorrón de una manzana al caer de un árbol lo que diera a Isaac Newton la clave para definir las leyes de la gravitación universal. Con el paso del tiempo los hechos se transforman y se convierten en un montón de relatos, estudios, hipótesis y algunos chismorreos. Las palabras desplazan la realidad, la sustituyen, y esto debía saberlo a la perfección Newton, un científico que soñó con reducir la naturaleza entera a una construcción del lenguaje, desarrollando lo que se conoce como la "Teoría del todo".
No, no es creíble que fuera una manzana, y quien soltó esta mentira fue el propio Newton, tratando de embellecer la verdadera historia que rodeó la publicación de su obra maestra: Philosophiæ naturalis principia mathematica, en la que se explican sus tres famosas leyes del movimiento. Una historia de lo más mezquina para un libro que cambiaría para siempre la historia del pensamiento humano, y cuya aparición estuvo marcada por la escandalosa pelea que durante 30 años mantuvieron el propio Newton y otro de los científicos más reputados de su época: Robert Hooke.

Envidias, alusiones veladas y venganzas: una guerra de divas en toda regla, que convertiría la discusión entre divas de la actualidad en un juego de niños.

La rivalidad entre los dos físicos estuvo marcada por una serie de acusaciones de plagio que hizo Hooke a Newton a lo largo de su vida, y que Newton le devolvió sin miramientos. El caso de Los Principia fue solo el colofón del asunto: ocho años antes de su publicación, Hooke había escrito una carta en la que desarrollaba ideas sobre la gravitación, en la que se encontraban algunas de las claves de los posteriores hallazgos de Newton. Así fue como, en 1687, Hooke reclamó que se reconociera su participación en el descubrimiento de la Ley de la Gravitación Universal. Pero Newton no era de los que aceptan exigencias,  al contrario, su rabia fue tan grande que eliminó cualquier referencia a Hooke en su obra.

Newton no era un hombre de ánimos calmados. Es muy bien conocida su turbia personalidad, que a lo largo de su vida le llevó a sufrir graves crisis emocionales, muchas de ellas provocadas por una simple crítica o comentario a su obra, que lo hicieron vivir encerrado durante largas temporadas.

¿La frase peor interpretada de la historia?

Los orígenes de la rivalidad entre Newton y Hooke se remontan a dos décadas antes de la publicación de los Principia, a los primeros estudios del joven Newton sobre la óptica y la naturaleza de la luz. Sus investigaciones habían demostrado que la luz blanca no es una entidad simple, sino que está compuesta por varios tipos de luz de colores distintos, que se pueden separar si se hace pasar un haz por un prisma de cristal.

Proponía también que la luz estaba compuesta por pequeñísimas partículas. Hooke, por aquel entonces, ostentaba el cargo de Director de Experimentación de la Royal Society, era al igual un gran especialista en óptica, pero creía que la luz viajaba por medio de ondas. Sometió al trabajo de Newton a una crítica en el tono de superioridad que le permitían su influencia y su edad avanzada.
En 1675, Newton redactó y envió a la Royal Society una nueva hipótesis a partir de sus estudios de alquimia, en torno a la existencia de un éter elástico. Describía los anillos que se producen cuando la luz atraviesa un cristal curvo y otro plano separados por una fina capa de aire. Una descripción exacta del experimento explicado por Hooke siete años antes en su libro Micrographia, y Newton fue acusado de plagio. Su respuesta fue airada: negó la acusación y respondió con una crítica demoledora que ponía en duda la capacidad ética e intelectual de Hooke, afirmando que todo lo que había escrito sobre óptica se lo copió a otro estudioso anterior, René Descartes. Parece que de nuevo en este episodio el lenguaje estuvo del lado de Newton, y todavía en la actualidad los anillos de luz del experimento se conocen como Anillos de Newton.

Que Newton dijera que Hooke había plagiado su obra a Descartes no debió hacerles ninguna gracia a los miembros de la Royal Society, que lo presionaron para que escribiera una carta pidiéndole disculpas. En esa famosísima carta, escribe:

"Lo que Descartes hizo fue un paso importante. Usted ha añadido ideas de diferentes formas, sobre todo al dar importancia filosófica a los colores de unas láminas muy finas. Si yo he podido ver más lejos es porque estaba sentado a hombros de Gigantes".

La mayoría de biógrafos y estudiosos posteriores han interpretado estas líneas como la muestra de modestia de un científico que reconoce que sus teorías no hubieran sido posibles sin las de otros anteriores, a los que llama gigantes en referencia a una cita anterior de Bernardo de Chartres. Newton estaría reconociendo su deuda con las teorías de Copérnico, Galileo, Kepler o Descartes, pioneros de la forma de entender el universo que le llevaron hasta sus descubrimientos. 

 Pero lecturas recientes revelan una nueva hipótesis, más acorde con la personalidad vengativa de Newton, y con su odio a Hooke que siguió existiendo hasta el final de sus días.

Robert Hooke había sido un niño de constitución débil, con frecuentes enfermedades que le dejaron secuelas para el resto de su vida, del que se dice que solo se alimentaba de leche y algo de fruta por lo que nunca se desarrolló correctamente. Una grave deformación en la espalda le obligaba a caminar encorvado. Así era el enemigo de Newton: jorobado y enano.
A partir de esta descripción, el investigador John Faulker ha propuesto que las intenciones de Newton al escribir su carta estaban muy lejos de la modestia, y que si se lee entre líneas se encuentra, en realidad, un insulto a Hooke, y una reafirmación de sus acusaciones de plagio. De nuevo Newton se mostró como un experto manipulador del lenguaje, capaz de construir mitos a partir de una realidad mucho más sórdida. Destaca la sutil forma en que están diseñadas las frases y el uso de la palabra "Gigantes" escrita con la inicial mayúscula, que parece una referencia irónica a la estatura de su enemigo. El verdadero sentido de la frase, según Faulker, es el siguiente: 
"Descartes hizo grandes avances científicos. Usted no ha añadido más que algunas pequeñeces, sobre todo al dar importancia filosófica a los colores de unas láminas muy finas. Si yo he podido ver más lejos es porque estaba sentado a hombros de Gigantes y no de enanos como usted".

 

La guerra de las corrientes

Thomas Edison Vs. Nikola Tesla: La guerra de las corrientes

 

La histórica rivalidad entre Nikola Tesla y Thomas Edison es sin dudas la más interesante y más conocida en el ámbito de las ciencias. A más de 130 años de lo que se conoció como “la guerra de las corrientes”, la cuestión aún despierta intensos debates y discusiones al respecto, pero en realidad, ¿qué sabes acerca de la guerra de las corrientes entre Tesla y Edison?

Nikola Tesla y la corriente alterna

De origen serbio, Nikola Tesla nació el 10 de julio del año 1856 en el pueblo de Smiljan, hoy Croacia, pero que para entonces era parte del imperio Austro-Húngaro. Falleció el 7 de enero del año 1943 en la ciudad de Nueva York, EEUU, a sus 87 años de edad, dejando el más grande e importante legado en el desarrollo de la electricidad, el electromagnetismo y la ingeniería moderna. Aunque como sucedió con muchos de los más grandes genios de la historia, terminó prácticamente olvidado y casi en la pobreza...

Después de estudiar en Austria y en la República Checa, en 1881 tuvo su primer trabajo en electricidad como ingeniero eléctrico para una empresa en Hungría, en donde comenzó a plantearse los primeros criterios para solucionar los problemas en cuanto al campo magnético rotativo. Al año siguiente se mudó a Francia y comenzó a trabajar para una de las sucursales de la empresa de Edison, donde inventó el motor de inducción y numerosos dispositivos cuyo funcionamiento se basaba en el uso del campo magnético rotativo.

Curiosamente, este inventor serbio, llegó a Estados Unidos en 1884 con 28 años después de trabajar en compañías eléctricas y telefónicas europeas para trabajar junto a Edison.

Tesla llegaba con una carta de recomendación del gran inventor Chales Batchelor que decía: “Querido Edison: conozco a dos grandes hombres y usted es uno de ellos. El otro es este joven”…y esto a Edison ya empezó a no gustarle.

Trabajando para Edison, Tesla dedicó varios años de su vida al desarrollo de los dinamos de la línea de su jefe y desde entonces comenzaron sus discrepancias en cuanto a la corriente continua que, por el dinero que le dejaba, quería utilizar Edison y la corriente alterna de Tesla.

Con sus trabajos, Tesla demostró la ineficacia y las fallas del uso de las potencias de corriente continua de Edison, proponiendo sustituirlas por el uso de corriente alterna. El cambio propuesto por Tesla minimizó la pérdida de energía a grandes distancias y luego de desarrollar un sistema de generadores polifásicos alternos, motores y transformadores, el sistema se adoptó en EE.UU. para el suministro de energía, lo que culminó en lo que se conoció como la guerra de las corrientes entre Tesla y su inversor Westinghouse contra Edison y su socio, el banquero J.P. Morgan.

 

Thomas Edison

Nació el 11 de febrero de 1847, en la ciudad norteamericana de Milan, Ohio. Fue un inventor realmente sorprendente que patentó más de mil inventos en su vida y que aún hoy es ampliamente considerado como el inventor más importante de los Estados Unidos de América. Entre tantos de sus inventos, podemos señalar el fonógrafo, el altavoz de transmisión telefónica, la bombilla de luz y muchos de los conceptos básicos para comprender los aparatos de imágenes en movimiento que hoy conocemos, como algunos de los más importantes de Edison.

El inventor no tardó en consolidarse como uno de los más prolíficos e importantes de la historia. Para el año 1884, Edison ya se consideraba como “el padre de las lámparas incandescentes” y tenía cientos de inventos en producción, muchos de los cuales estaban directamente relacionados con el funcionamiento de esas lámparas y que funcionaban gracias a la corriente continua, que obviamente estaba patentada por Edison. Todo esto le trajo mucho, pero mucho dinero.

De esta manera, Edison se convirtió en un empresario de renombre y, como atraídos por el fétido aroma del dinero, los inversores tampoco tardaron en aparecer... Es que justamente,  para entonces ya todos sabían que más que un inventor de grandes ideas, Edison era un empresario con grandes ambiciones. El sabía muy bien que para lograr grandes inventos que le dejasen mucho dinero, no necesitaba ser un genio ni perder el tiempo estudiando física, matemáticas o electrónica, sino conseguir a los cerebros que sí estuviesen dispuestos a hacerlo y que además, también estuviesen dispuestos a entregarle el crédito, es decir, las patentes.

Justamente, fue con estas intenciones que quiso contar con los servicios de Tesla, aunque lo cierto es que Tesla era mucho más inteligente que cualquiera de los empleados de Edison y claro, ¡que el mismísimo Edison! Por lo que los altercados y la fricción en la relación se planteó inmediatamente y poco tiempo después, Tesla renunció a la empresa de Edison para comenzar la suya, con la bandera de la corriente alterna en alto.

AC/DC: “La guerra de las corrientes”

Cuando Tesla se fue de la empresa de Edison creó la Tesla Electric Company, patentando numerosas y flamantes invenciones como los generadores de corriente alterna (CA o AC del inglés alternating current), más eficaces, económicos y útiles que los de corriente continua (CC o DC del inglés direct current) de Edison, ahora su archienemigo. Así comenzó la guerra de las corrientes entre Tesla y Edison, y mientras Edison buscaba electrificar todo el territorio con CC, Tesla se esmeraba en evitarlo planteando que para llevar a la energía eléctrica a cada rincón del país, ciertamente, la CA era la mejor opción.

No hay que confundirse, Edison estaba muy lejos de ser un tonto y sabía muy bien que Tesla estaba en lo cierto, el problema era que si Edison le daba la razón, perdería la oportunidad de ganar inimaginables sumas de dinero, ya que las herramientas, dispositivos y tecnologías necesarias para el uso de la CC de su propuesta (cuyas patentes tenía Edison) también era mucho más costosa que la de Tesla y por supuesto, le dejaba todo el dinero a don Thomas. Básicamente, con sus innovadoras ideas, el serbio de Tesla convertía el sueño americano de Edison en terribles pesadillas...

Pero tratándose de tanto dinero, no faltaron los socios, los inversores y los grandes capitalistas acercando sus porcinos hocicos, lo cual sigue siendo totalmente lógico y entendible, ¿no? Pues el banquero J.P. Morgan se convirtió en el socio fundamental de Edison y George Westinghouse Jr, inventor y magnate norteamericano, el de Tesla. El gran traspié en la batalla lo tuvo el pobre de Tesla que, en un momento muy poco ilustre, cedió todas sus patentes a su socio Westinghouse.

Con el paso de los años, la CA de Tesla comenzó a ganar la batalla por la electrificación de Estados Unidos y entonces J.P. Morgan dejó de apoyar a Edison y su sistema de CC, haciéndolo a un lado de la compañía (la cual cambió su nombre a General Electric). Pero como en toda guerra, sólo los más fuertes y despiadados quedan, y los inversores J.P. Morgan y George Westinghouse fueron lo suficientemente despiadados como para llegar a un acuerdo que los beneficiara sólo a ellos dos, dejando totalmente de lado tanto a Edison como a Tesla.

Tesla debió ser el ganador de esta batalla y en términos de utilidad, ingenio e innovación: así fue. Pero Tesla pasó al olvido y hoy es Edison a quien se lo recuerda como el “padre de la electricidad”. Lo peor es que Edison ya era un hombre rico por el resto de sus patentes, pero Tesla había cedido todos sus derechos de patentes y terminó en el olvido, con el dinero necesario para sobrevivir el día a día...

La desgracia de Tesla tuvo un último episodio. En los siguientes años de su trayectoria científica, el científico europeo se dedicó a investigar con las ondas de radio y las altas frecuencias… En esos años eran varios los investigadores que intentaban controlar esas ondas de radio que había descubierto Hertz, desde el ruso Alexander Popov hasta el italiano Guglielmo Marconi.

Fue este último quien en 1901 logró transmitir una señal a través del Canal de la Mancha utilizando para “su invento”17 patentes de Tesla…y en 1911 la Academia sueca le dio el Premio Nobel a… ¡¡Marconi!!.

A pesar de que en 1943 la corte suprema de los EEUU reconoció el descubrimiento a Tesla, Marconi pasa a la historia como el gran inventor de la radio…y con un Premio Nobel en su poder…

Debido a su personalidad excéntrica y a sus afirmaciones aparentemente increíbles y algunas veces inverosímiles, acerca del posible desarrollo de innovaciones científicas y tecnológicas, Tesla fue finalmente relegado al ostracismo y considerado un científico loco.

En 1943 Tesla murió empobrecido y hasta después de fallecer la polémica le persiguió. Su legado científico fue requisado por el gobierno estadounidense y muchos de sus papeles están clasificados como secretos.

Evolucionista vs Antievolucionista

Evolucionismo vs anti evolucionismo


 

 

Burmeister vs Ameghino

Burmeister y Ameghino representaron en el último cuarto del siglo XIX una era intelectual en la cual se enfrentaban las corrientes antidarwinistas y las evolucionistas.

En el hall central de la Sociedad Científica Argentina se encuentran enfrentados, sonriendo el uno al otro, los bustos de bronce de Florentino Ameghino y Germán Burmeister. ¿Ironías del destino?

¿Dónde han quedado las explosivas peleas entre el "Director del Museo Biblia (como lo llamó Ameghino) y el "joven ignorante y pretensioso" (en palabras de Burmeister)?

El rasgo curioso de la actuación en la argentina de Burmeister fue su indisimulada rivalidad con Florentino Ameghino; en realidad una incompatibilidad científica, ya que Burmeister era un decidido antagonista de la teoría de la evolución darwiniana: "No podemos echar abajo el principio de la invariabilidad de las especies sin que se venga también por los suelos toda la zoología científica", afirmaba. Ameghino, por su parte era un activo propagandista del darwinismo. El tiempo le daría la razón a Ameghino.

 

Burmeister murió en 1892, a los 85 años, como consecuencia de heridas producidas por un accidente en el Museo. Previamente, se había ocupado de dejar designado a su sucesor al frente del Museo de Ciencias de Buenos Aires, el Dr. Carlos Berg, y se puede sospechar que lo hizo para bloquear el acceso de Ameghino, quien, sin embargo, ocuparía 10 años más tarde esa dirección.

Burmeister, Amgehino no fueron pragmáticos.

En la “Historia de la Creación ”Burmeister abraza la idea que todas las especies son fijas y que son realizaciones  imperfectas de una especie original, una ontología, que se presenta en fuerte oposición a la idea de Darwin de la variabilidad al azar de las especies.

Burmeister sostenía que esta idea de especies fijas modeladas a partir de una ideal era especialmente cierta para el género Homo. En su teoría había un ser humano ideal subyacente, perfecto, que fue alterado por la influencia de los diferentes habitats en el cual cada raza fue concebida. Mientras que algunos sostienen que Burmeister era un racista, otros sostienen que, a pesar de su opinión que había diferencias innatas entre las razas, la idea que todas eran copias imperfectas de una ideal perfectas, implica que ninguna raza es mejor que otra.

Su idealismo en este aspecto contrasta con su forma estricta empírica de pensar al rechazar la teoría de la evolución por su falta de evidencia empírica.

Para Burmeister la evolución “estaba fuera del alcance de la justa experimentación”. En cualquier caso, lo mismo puede ser fácilmente dicho de su especie  “ideal”. Más aun, estudios genéticos modernos, prueban que Darwin tenía razón y que Burmeister estaba equivocado.

En Argentina, astutamente Burmeister llevó adelante sus obligaciones oficiales arreglando las colecciones y diseminando a nivel mundial sus conocimientos sobre ellas.

A  pesar que él se oponía al transformismo, a través de sus viajes y las descripciones de los fósiles, Burmeister contribuyó a la acumulación de evidencias a su favor. Su estudio de los caballos fósiles en las pampas, que él publicó en una edición bilingüe germano-español preparada para la Exposición de Filadelfia de 1876, es un ejemplo de un diálogo sostenido entre  Burmeister y el Darwinismo. Una parte de los fósiles de caballos habían sido colectados por Darwin durante su viaje a bordo de la Beagle y más tarde Muñiz pudo completar la colección con excavaciones adicionales. Pero fue Burmeister quien trajo orden a esos hallazgos, describiendo la totalidad de los  caballos fósiles que se conocían en aquella época, y comparándolos con los caballos actuales. Sus descripciones ponen en duda ideas arraigadas sobre la fauna nativa del continente americano. 

La dirección del Museo fue también procurada por Ameghino y por el Perito Moreno, pero la presencia autoritaria de Burmeister bloqueó a esos científicos de alcanzar ese codiciado puesto.

Sin embargo y gracias a la federalización de la ciudad de Buenos Aires y a la importancia que ganó la ciudad de La Plata, como capital de la Provincia de Buenos Aires, el Museo Público fue nacionalizado y se convirtió en el Museo Nacional de Buenos Aires.

 En el Museo de Ciencias Naturales de La Plata Moreno y Ameghino tomaron las riendas del Museo, en forma conjunta al comienzo. Este nuevo espacio institucional tuvo lugar como consecuencia de la rivalidad existente entre el centralismo de la ciudad de Buenos Aires y las aspiraciones del resto de la provincia, representadas desde 1878 por el Gobernador Carlos Tejedor. Al mismo tiempo la creación del Museo de la Plata representaba un espacio alternativo al de Burmeister.

Paradójicamente, mientras el  héroe del evolucionismo en Argentina trataba de sobrevivir en la adversidad, sus ideas darwinistas que habían defendido tan ardorosamente habían sido  transformadas por la elite nacional, la cual la aprovechó  para legitimar sus acciones en la procura del progreso, como “la lucha por la vida” o la “supervivencia del más apto” y así  alcanzar el progreso del país y el suyo propio.*

 


En los años de la Primera Guerra Mundial, y sobre todo en las publicaciones del Partido Socialista o en las de sus afiliados, Ameghino apareció como un paladín de la lucha contra el "oscurantismo de la Iglesia católica". Aun algunos de sus enemigos científicos y personales, aunque tan agnósticos como él, pasaron, sin embargo, a ser acusados de "católicos y antievolucionistas". En este contexto surgió el ameghinismo como doctrina, en la que los científicos de fines del siglo XIX fueron combinados libremente dando origen a filiaciones póstumas, en oposiciones tales como ciencia-religión, evolucionismo-antievolucionismo, libertad creadora-connivencia con el Estado. En un proyecto que propendía a la laicización progresiva del país, la divulgación de la palabra científica, unida al establecimiento de la liturgia escolar nacional se veía como parte de la consolidación de la cultura argentina. Como se ve en el artículo, la "santidad laica" de Ameghino se inscribe en este marco.

 

Ameghino se transformó en el portavoz de la teoría de la evolución en estas latitudes, en un medio intelectual que le era mayoritariamente hostil y en el cual esa teoría era vista como un nuevo tipo de herejía. Fue uno de los interlocutores en la polémica entre el laicismo de la generación de 1880 y las fuerzas católicas tradicionalistas. En ese sentido, las palabras que José Ingenieros pronunció en el funeral civil que se realizó en La Plata, el 18 de septiembre de 1911, sintetizan, en el pensamiento y palabras de esa época, dicho encuadre sociaI:

"El genio no es un azar, ni una enfermedad, ni una monstruosidad, ni un capricho intercalado por el destino en el curso de la historia. El genio es una convergencia de aptitudes personales y oportunidades infinitas. Cuando una raza, un pueblo, una doctrina o un credo prepara su advenimiento histórico o atraviesa por una renovación fundamental, un heraldo aparece, extraordinario, nacido en propicio clima y en hora inequívoca, para simbolizar la nueva orientación de los pueblos o de las ideas, anunciándola como artista o profeta, desentrañándola como inventor o filósofo, emprendiéndola como conquistador o estadista. Sus obras le sobreviven y permiten reconocer su huella a través del tiempo: ese hombre extraordinario es un genio".

Otro punto de vista distinto era el que tenían sobre la nomenclatura biológica. A Burmeister no le gustaba llamar a los animales con nombres de personas, una costumbre de los naturalistas locales y extranjeros para saldar deudas intelectuales y financieras o buscar el favor –o el desprecio– del supuesto homenajeado. Allí estaban el caso extremo del médico de policía de Luján, Francisco X. Muñiz y su creación Muñifelis bonaerensis, un felino fósil que festejaba a su descubridor y al suelo que los cobijaba. Burmeister, aunque destacó otras virtudes del doctor, contadas en una biografía escrita por Sarmiento, actuó casi en sentido opuesto. Excepcionalmente, dedicó un roedor, Hesperomys bravardi , al naturalista francés Auguste Bravard, fallecido en el terremoto de Mendoza de 1860, y un ungulado, Toxodon owenii , tributo al anatomista inglés creador del género en el año 1837, Richard Owen, la gran autoridad en mamíferos fósiles de las pampas. Es cierto que Burmeister nunca sintió que le debiera nada a nadie, convencido de que su prestigio local lo defendería de todos los vaivenes de la política. No estaba tan equivocado: terminó su vida aferrado al suelo porteño, tanto como los gliptodontes de su museo en la calle Perú.

¿Qué hay en el nombre?
La carencia de especies novedosas, pastando o comiéndose a otros bichos pamperos, representaría un problema para la Comisión Científica asociada al Estado Mayor de la expedición punitiva al Río Negro de 1879. Definido como mera naturaleza y empujado por la expansión de la frontera ganadera, recorrían un territorio que debía ser evaluado en sus riquezas naturales. La comisión coleccionó plantas y animales que, luego, se dedicó a clasificar para mostrar una fauna archiconocida, sin novedades entre los vertebrados. Oscar Doering, el científico alemán de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba a cargo del informe científico, sólo pudo obsequiar a los conquistadores del desierto y fundadores políticos de la Nación dos pequeños caracoles terrestres: Eudioptus avellanedae y Plagiodontes rocae , especies que inmortalizaron los gestos napoleónicos de Julio Argentino Roca y el avance del Estado argentino sobre la naturaleza del país.

Las reglas de Burmeister –a quien Doering y su hermano detestaban, en parte, por su inamovilidad– empezaban a cambiar: esa generación, la de los Doering, la de Florentino Ameghino y Francisco Pascasio Moreno, vivió negociando favores para garantizar su continuidad laboral, golpeando la puerta de los ministerios para obtener los sueldos adeudados, editar los libros atascados o evitar el cierre de los museos donde trabajaban. Pero también gestionando pases gratis en los barcos del Estado para explorar las riquezas fosilíferas de la Patagonia o un lugar en las expediciones militares, para ver si así lograban proyectarse hacia el futuro.

Los animales extinguidos empezaron, entonces, a llamarse como los variopintos protectores de estas empresas. Gracias a los mamíferos fósiles, los paleontólogos del siglo XXI se siguen cruzando con senadores, capitanes del ejército y gobernadores del siglo XIX y que hoy nadie recuerda. O con los nombres de los aficionados que mandaban huesos a los sabios en señal de admiración a su obra. Todo se agradecía con una especie, un género, una familia: a fin de cuentas, gran parte de la paleontología finisecular argentina dependió de esas redes en las que se intercambiaba gloria por un flete en el Villarino. Así, la familia de los marsupiales Garzonidae recuerda al agrimensor y político cordobés Eleázar Garzón, a quien Ameghino le solicitó mulas que luego correspondió con parte de la colección con la que su hermano las fue cargando en sus excursiones patagónicas.

Los nombres también podían ser gratuitos u honrar relaciones de otro tipo: a Léontine, su esposa francesa, Florentino le obsequió los Leontiniidae, una familia de mamíferos con cuernos, al estilo de los rinocerontes. Un género de roedores, Morenia, enaltecía al “fundador del gran Museo de La Plata”.

Burmeister le reprocharía a Ameghino honrar a todos sus amigos con especies y él, que no lo era, mientras estuvo vivo, denegó cada uno de los homenajes de estos jóvenes, dispuestos con una mano a ganar sus favores y, con las dos, a desplazarlo de la dirección de los museos y de la paleontología del Plata. En 1891, poco antes de morir, rechazó un megaterio (mamífero placentario, pariente del actual perezoso) calificado con su nombre por los científicos de La Plata. Les cuestionó la proliferación de especies y les sugirió, en cambio, invertir en monótonas colecciones de comparación. En 1885, le había objetado a Ameghino otra especie: no sólo estaba mal determinada, ¡no lo había consultado ni pedido consentimiento para usar su apellido! Ameghino, sin inmutarse, haría gala de su capacidad para irritarlo dedicándole Megamys burmeisteri, el más colosal de los roedores, del tamaño y la corpulencia de un gran hipopótamo, “feliz por mi parte siempre que se me presente ocasión de honrar el nombre de tan ilustre maestro.” Roedores, cuernos, gasterópodos…. Contra la ilusión del estudio de la naturaleza como fuente de consenso y de bien general, el lenguaje de la ciencia y los nombres de los animales del desierto, se enraizaban en la política, alimentando las alianzas y las facciones que regían la vida de aquella época dorada de la ciencia nacional

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